sábado, 27 de febrero de 2010

Idiosincrasia colombiana o rituales diarios: Palabras del día a día que nos tachan de mentirosos al ojo del mundo sin tener conciencia de ello

Anoche me despedí de un amigo, que no veía hacía muchos años, con la siguiente expresión “yo te llamo, no te pierdas tanto”, y llegando a mi casa me encontré con que no tenía cómo comunicarme con él, si supiera que no tengo su teléfono, fuera de eso pedirle que no se perdiera fue más una frase de cajón que salió de mi boca como si nada. No entiendo por qué actuó así, pero lo hago a diario.

Nunca me hubiera imaginado que un personaje como Austin me ayudaría a entender mi cultura colombiana, una cultura donde los enunciados no cargan gran responsabilidad y no generan la importancia debida para hacer conciencia de lo que se dice. Pareciera que los colombianos fuéramos de la escuela antigua o de la filosofía tradicional, donde equívocamente se cometía lo que Austin denomina “falacia descriptiva”, es decir, se creía que un enunciado solo podía describir el estado de las cosas en el mundo, que decir algo era enunciar algún hecho y que debía ser verificable; para nosotros sería como esas promesas tales como “mañana te lo compro “o “mañana te pago” que se dicen y se incumplen, es decir, simplemente se está enunciando algo que puede ser falso o verdadero, no importa y no tiene repercusiones en nuestra cultura así como para los filósofos tradicionales no lo tenía. Aquí es donde el gran filósofo británico J. L. Austin quizás se enloquecería y no podría vivir en un país latinoamericano como Colombia porque, para él, que introduce un concepto muy importante en la filosofía del lenguaje que se llama los “actos de habla”, “decir algo es siempre hacer algo”.

Este filósofo rompe barreras con su obra más conocida “Cómo hacer cosas con palabras” porque cambia la forma de ver los enunciados y fuera de eso les pone nombres. A los enunciados puramente descriptivos, en donde decir algo es simplemente enunciar algo, (lo que hemos visto aquí típico de nosotros los colombianos), los llama enunciados constatativos, pero ahora viene lo interesante y es que les contrapone otro tipo de enunciados a los cuales da el nombre de realizativos, ya que no describen o constatan o simplemente enuncian una cosa sino que implican una acción, dicen que hacemos cosas en el mundo, además dichos enunciados no son calificados como falsos o verdaderos porque para Austin no todo enunciado se puede catalogar de esta forma. ¿Qué sería entonces sí la vida de un colombiano fuera así?, es decir, si todo lo que estamos acostumbrados a decir “tan naturalmente” en realidad significara que lo hiciéramos, porque si decir algo es hacer algo, yo no me imagino a los colombianos tomándose esto en serio, si no cumplimos en el día a día, no somos responsables con lo que decimos, no creemos en el otro y lo peor es que nos hemos acostumbrado a vivir así, es nuestra cultura. Hay que aceptarlo, somos un país que habla mucha “carreta”. Si decir “ya te llamo” o “nos vemos” o “ahorita hablamos” de verdad significara hacerlo, pero ni siquiera sabemos que es ahorita, si es ya casi, en dos horas, por la noche, mañana o nunca.

Estos enunciados que en la teoría de Austin realizan una acción o parte de ella pueden encontrarse en expresiones contractuales o declaratorias, tales como “Sí, juro”, “bautizo este niño Juan”, “te apuesto tal cosa”, en estos casos se ve como no se describe o enuncia lo que se hace, simplemente se hace, tampoco decimos si es falso o verdadero. Aquí suponemos que las personas que dicen esto en realidad lo hacen y tienen una intención de hacerlo, que culturalmente tienen esa mentalidad, por ejemplo esto se puede ver mucho en culturas como la europea o la asiática y muy poco en la latinoamericana.

Austin no solo introduce el concepto de acto de habla sino que desarrolla a través de este la doctrina de los infortunios, donde dicho acto de habla puede ser catalogado como afortunado o no afortunado, dependiendo de si es ejecutado con éxito o no. Pero para reconocer el éxito de una expresión realizativa se debe cumplir a cabalidad con seis reglas que Austin menciona, si solo una o más se violan, dicha expresión es infortunada. Ahora bien, ¿de qué reglas estamos hablando? de unos criterios que establecen lo dicho, la ejecución de lo dicho y el comportamiento esperado por parte del que dice. En cuanto a lo dicho encontramos en primer lugar que debe cumplir con un procedimiento ya pactado como reglas de juego o rituales en donde hay una emisión de ciertas palabras (que se pueden suprimir con actos de comunicación extralingüísticos como gestos), por parte de ciertas personas y en ciertas circunstancias. En segundo lugar esto debe llevarse a cabo en un contexto apropiado. Si se incumple alguna de estas dos condiciones de lo dicho se constituye una mala apelación. Tomemos un ejemplo muy cotidiano que nos sirva para catalogar de afortunado; el cortejo primero que todo se puede ver como un ritual ya convenido en nuestra sociedad, donde están involucradas ciertas personas, digamos hombre y mujer, en donde hay una emisión de palabras como “eres la mujer más bonita que he visto”, “no hay nadie en el mundo que me interesa más que tú”, “dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser el hombre que tu deseas”, también hay ciertas circunstancias como ese mismo momento de cortejo y quizás un contexto apropiado como una discoteca, trago, fiesta y demás. Dando lugar a la ejecución de lo dicho tenemos en tercer lugar que el procedimiento o ritual debe ser llevado a cabo de forma correcta y en cuarto lugar, siguiendo todos los pasos, si alguna de estas reglas no se cumple será una mala ejecución. Siguiendo este mismo ejemplo del cortejo, para que sea una buena ejecución y siga siendo afortunado, el ritual se debe llevar a cabo de la mejor forma, en donde el hombre invite a la chica a salir, le lleve flores, le diga palabras dulces que la hagan sentir bien, la lleve de la mano, aquí también la promesa de no mentir entra en parte, y el proceso de cortejo se mecaniza de tal forma que el hombre se vuelve como un camaleón que se convierte en todo lo que desearía la mujer para él realizarlo, entonces si a ella le gusta la poesía él se convierte en un poeta, y todo esto hace parte de los pasos que se deben seguir, y donde se empieza a encontrar un goce en el mismo tema del cortejo; así mismo el paso final para cumplir con el cortejo se lograría con un beso, un roce de narices, unas caricias, y si prospera la relación, el sexo o apareamiento. Las últimas dos reglas que hacen parte del comportamiento de los participantes dicen que estos deben tener una intención o propensión a realizar el acto y que se vea reflejado, es decir, que se comporten así a la hora de actuar, si alguna de estas dos cosas no se cumple se cometería un abuso del procedimiento. En este ejemplo del cortejo claramente hay una intención por parte del hombre para realizar dicho cortejo, todo esto se ve reflejado en las acciones de cortejo que hemos mencionado.

Al incumplir en lo dicho o en la ejecución de lo dicho el acto no se cuenta como realizado, no se lleva a cabo, ya que constituye lo que Austin llama un desacierto o intento de acto. Esto pasaría por ejemplo si no se dicen las palabras adecuadas para cortejar a una mujer, sino que en vez de esto se le insulta o se le trata como una cualquiera, así el acto no se cuenta como realizado, se queda en el intento. Sin embargo hay que aclarar que así no sea afortunado este acto porque se incumplió una o más de las reglas, esto no exime de consecuencias, y se puede evidenciar en el ejemplo precedente, en donde el acto no se realiza pero se producen efectos como que el hombre quede completamente en ridículo, o que la mujer diga y piense “este hombre es lo peor”, eso le crea mala fama. Pero ocurre otra cosa cuando se trata del comportamiento que se espera, ya que en este caso el acto sí se lleva a cabo pero con un “abuso” que el filósofo llama “pretendido o hueco”. Este es el caso de las mil promesas que ayudaron para que el cortejo fuera efectivo, es decir, se lleva a cabo el acto pero el hombre abusó del procedimiento, abusó del cortejo y prometió todo lo más bonito y dulce y pretendió ser el mejor hombre, además como hablar es muy fácil para nosotros el cortejo mismo se vuelve un goce. El hombre hasta pudo haber llegado a decir cosas tan absurdas que decimos a diario como “sin ti me muero” o “te juro que vamos a pasar toda la vida juntos” o “eres la única mujer a la que he amado y amaré”.

Son susceptibles entonces de infortunios todos los actos convencionales (rituales o ceremonias), entre estos mismos se encuentran también los actos no verbales o extralingüísticos (como los gestos), los actos jurídicos y los actos de la ética. Hay que tener presente también que existen dos formas en que las acciones realizadas al emitir realizativos no constituyen infortunios, estas son, a saber, la “desdicha” que es cuando por fuerza o violencia estas acciones no son realizadas intencionalmente y cuando son parte de una “decoloración del lenguaje”, es decir, están predeterminadas o prefabricadas. Por último no sobra mencionar que las diferentes clases de infortunios no se excluyen mutuamente, es decir, se puede fallar en una o en más al mismo tiempo, es más, las maneras de fallar pueden no distinguirse claramente y hasta superponerse.

Para algunos la filosofía del lenguaje puede no tener importancia alguna, sin embargo estas teorías le ponen mucho sentido a nuestra forma de comunicarnos y nos ayudan a entender nuestros comportamientos y a entender las consecuencias de nuestros actos de habla. Es así como los colombianos somos carne pulpita para que Austin pueda explicar su teoría y para explicar nuestra cultura, y si el mundo entero acepta lo que dice este filósofo del lenguaje, vamos a seguir siendo los mentirosos del continente, junto a otros países latinoamericanos, porque somos unos manipuladores del lenguaje, y la mejor prueba de esto quizás podría ser los medios masivos de comunicación (que para efectos de este artículo prefiero llamarlos medios masivos de convencimiento[1]), por la manipulación de las masas a través del lenguaje.

Así mismo, lo que hacemos acá es nuestra realidad, donde hay una línea muy poco clara entre la verdad y la mentira, ya que se vuelve un día a día de evasión en donde ya no sabemos diferenciar: “dígale que yo no estoy”, “dígale que ahora lo llamo”, “dígale que mañana le pago”. Todo esto está ligado con el humor nuestro. Vivimos en un mundo donde nuestra verdad no es un punto (no es única) sino un espacio entre dos límites, es irrisorio e inverosímil, tiene un nivel de tolerancia: “yo no dije esto pero tampoco dije lo otro”. Es así como nos volvemos diestros no en demostrar sino en excusar esto y lo otro, y creamos la idiosincrasia colombiana, una idiosincrasia con la cual nutrimos a personajes como Gabriel García Márquez para que desarrolle el Realismo Mágico[2] en la literatura.

Austin. J.L. Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones. Barcelona: Oxford University Press 1998.

[1] Medios masivos de convencimiento: son estos, con una forma irresponsable, a veces premeditada y peor aún en ocasiones inconsciente, los que llegan a fijar parámetros de conducta, reacción, y hasta estéticos en la población, rompiendo con cualquier esquema ético que pueda cargar su responsabilidad como actores en la sociedad. Aunque en Colombia existen comisiones reguladoras de estos medios masivos de convencimiento, aún el debate continúa entre qué es libertad de expresión y qué es censura, mientras la información sigue siendo distribuida de manera irresponsable, sin siquiera delimitar el respeto de los receptores ni filtrar la dimensión de sus mensajes, logrando a su vez inyectar criterios de pensamiento y estética dentro de los espectadores. De manera no literal, recurriendo a mi memoria, me sorprendía mucho al escuchar el noticiero que apoyaba al presidente de turno en 1998, cuando se pretendía cambiar la imagen de la guerrilla en la población a través de sus comunicados: -el día de ayer fueron dados de baja tres subversivos y asesinados cinco militares- en los enfrentamientos que tuvieron lugar en Chigorodó. Ahora bien, ¿quiénes son los malos de la historia? ¿Quién asesina y quien da de baja? ¿Quien es un héroe militante y quien es un subversivo? ¿Será pura casualidad del mensaje? Curiosamente, desde su mandato, la población del país comenzó a referirse a este grupo armado (guerrilla), de manera despectiva y tachándolos de terroristas y asesinos. Logro que se adjudicará al mandatario luego de su gestión.

[2] Realismo mágico: forma y estilos característicos de nuestro Nobel colombiano donde en la narración de la realidad macondiana como sucesos cotidianos, da a ilustrar todo un mundo fantástico de posibilidades inverosímiles para aquellos ajenos a nuestros matices colombianos. Es la magia y fantasía de lo que para Márquez es un hecho real.